viernes, 12 de septiembre de 2008

Algunas consideraciones sobre Estación Central


Brasil es un país de contrastes, tantos, que toda esa diferencia parece la locación ideal para retratar todas las miserias y penas del género humano.

Estación Central centra su análisis en la relación entre una jubilada escritora de cartas y un niño huérfano de madre en búsqueda de su padre, en el otro extremo de ese inmenso país con extensión de Continente que representa Brasil. Y será en ese viaje donde Señora y niño mutarán de sus primitivas posturas personales hasta aprender a quererse tras superar los más variados contratiempos.

Se trata de una película con personajes que desnudan sentimientos con el pudor de los que no tienen nada, excepto ellos mismos. Es en ese punto donde la dirección de Walter Salles resalta por su lado sensible, pero por sobre todo, al no caer en previsibles y lacrimógenos lugares comunes, aun en temas tan espinosos como sensibles: la desaparición física que genera la muerte, la generosidad, la búsqueda del paraíso en la figura de un padre.

Pero no todo el esqueleto de Estación Central se basa en sus personajes, si no que el otro gran protagonista es el paisaje, que refleja casi de manera surrealista, un Brasil que no espera a todos sus pobladores, y en el que viven los delincuentes, los fans de religiones con preceptos dudosos y los pobres más pobres.

Sobre esta arquitectura de tristeza en ruinas se erige esta historia, en la que a pesar de todo, se invita a confiar, a creer en el ser humano.


jueves, 5 de junio de 2008

Música para viajar...


Click en imagen para agrandar. Publicado en Revista THC, mayo 2008.

martes, 13 de mayo de 2008

CONEXIONES

Las conexiones entre la etnografía y el periodismo parecen ser como los días de un árbol. El etnógrafo, en su afán de captarlo todo, se traslada, vive, interactúa y se transforma en uno más de las personas o elementos con los que trata. Según Clifford Geertz “lo que un buen antropólogo debe hacer es ir a los sitios, volver con información sobre la gente que vive allí, y finalmente poner dicha información a disposición de la comunidad”.

Esto bien podría asemejarse a la tarea de un periodista. Se sostiene siempre un axioma que estipula la presencia directa de quien actúa como cronista a fin de que tal presencia redunde en un buen producto. Ahora bien ¿que sería de una crónica sin la presencia “in situ” de quien más tarde le dará forma? Seguramente, un texto sin vida o con atisbos de ella, pero meramente artificial.

Geertz se vuelve tajante al mencionar que “los buenos textos antropológicos deben ser planos y faltos de toda pretensión. No deben invitar al atento examen crítico literario, ni merecerlo”. Si la etnografía responde a estos parámetros se debe a que su praxis no pretende variaciones ni excentricidades de tipo literario, pero el periodismo puede calzarse un traje más flexible (¿o menos tirano?) para descubrir otros parajes en torno a la enunciación de contenidos, necesita de otra rigidez en el relato, puede manipular ciertas situaciones en la construcción de su objeto, pero tarde o temprano la veracidad de los hechos se impone. Es la rigidez que termina diciendo presente.

KIMONOS EN LA TIERRA ROJA


De ficticias realidades, mentiras y (más tarde) certezas ligadas al barajar y dar de nuevo. Walsh en Kimonos en la tierra roja, su crónica/relato de 1969 describe, entre la congoja y unos ojos bien abiertos, las penas de quienes han sido engañados, embaucados en su buena fe hasta el punto de lo más profundo.

Y porque esto es tan así, uno no puede evitar penetrar esa puerta tan subrepticiamente abierta hacia nosotros para sumergirse en el relato, y a la vez sentirnos cándidos por ignorar las penurias de esta comunidad japonesa afincada en la siempre colorada Misiones.

Así, se impone un paralelo que emparenta el éxodo de la esperanza de los colonos japonés con lo que habitualmente sucede con miles de argentinos afincados lejos de Buenos Aires, que ante la desesperanza de sus lugares de origen deciden encarar una apuesta hacia un destino que nada asegura (o que se hace fuerte desde la amplitud teórica) pero que bien vale la pena probar.

Japoneses que abandonan su esperanza al chocar con la realidad, argentinos que dejan atrás sus lugares de origen por alcanzar una oportunidad. Temporalidades que, a 39 años de escrita esta crónica, siguen golpeando con la gravedad de entonces.

martes, 29 de abril de 2008

Larga distancia

Larga distancia de Martín Caparrós exprime un estadio de sensaciones en las que la temática del viaje abarca todo el concepto. Estos tres pasajes actuaron como disparador para contar mis sensaciones con ellos.

“Moscú era un artículo difícil y uno de los primeros. Ahora ya sé que de todas maneras –de alguna manera- todo termina por funcionar, pero igual me desespero en esas primeras horas en que una ciudad, un tema, parecen demasiado grandes, ajenos, inabarcables”

La incertidumbre siempre juega como aliada, pero de toda hoja en blanco. Este síndrome parece atacar a cada quien intente colocar un caractér vía word o, hace más tiempo, con lápiz y papel. Pero si se insiste, si se cree en lo que uno tiene para decir, simplemente se revela un interior, justamente, porque se tiene algo para decir. Esa es la clave: tener algo que se deslice de tu cerebro, se meta en la autopista de tus dedos y termine fundido en la pantalla.

“Se establece un tiempo específico, distinto del habitual, que no es el tiempo de la vida, para recorrer lugares que no tienen para el viajero más realidad que la de ese período acotado y su recuerdo: que volverán a la inexistencia una vez abandonados. El viaje provee la tranquilidad de actuar en un teatro ajeno, donde uno se juega, con los tiempos acotados de antemano: el placer infinito de suponerse otro, de descansar de sí mismo por un tiempo previsto (...) el placer infinito de suponerse otro, de descansar de si mismo por un tiempo previsto”

A nuestros viajes de placer partimos con presupuestos, algunas certezas y otras no tanto, pero embebidos de una felicidad tamaño XL. Como bien dice Caparros: “no es el tiempo de la vida”. ¿Será por eso que el relax de las vacaciones sufre una mutación que la emparenta a otro relax, al que se vive en la ensoñación uterina de una hamaca paraguaya o a una nueva vida dentro de otra vida? Que atrayente resulta sentirse tan outsider, donde jugar de visitante –si me permiten la analogía futbolera- nunca resulta tan atrayente como en este periodo. ¿Y que decir de “descansar de si mismo por un tiempo previsto? Una condensación elegante del clásico popular: “Si yo pudiese, acá me quedo y largo todo”

El viaje impone sus obligaciones: si uno está en China, supone que debe hacer esas cosas diferentes que sólo China ofrece. Hace años, cerca de El Cairo, unos camelleros ofrecían camellos viejos para pequeñas cabalgatas por el desierto. Tenía calor, no tenía dinero, alguien me había dicho que el paseo era interesante. Un camellero más insistente que los otros mantuvo el asedio, y su argumento era la esencia de esta idea del viaje.

- Señor, seguramente nunca más tendrá la oportunidad de hacer esta travesía.

Y mi postal de Egipto nunca estaría completa, y nunca podría volver a mirar a Lawrence de Arabia cara a cara. Hay que cumplir con los mitos. Y, en el mejor de los casos, el viaje es un choque entre los mitos previos y los que uno se está construyendo en ese momento”

Recuerdo que en un viaje a una de las ciudades más lindas de Latinoamérica perdí, con bastante falta del sentido de la oportunidad, visitar una de sus atracciones más emblemáticas, sería algo así como, si vivís fuera de Buenos Aires y estás de paso por la Ciudad, no visitar el obelisco. Por eso, cada vez que aparece alguna imagen o alguien me habla de esa atracción en esa Ciudad latinoamericana, no puedo evitar pensar en lo tonto que fui. Es algo que no puedo evitar: pensar que estaba tan cerca y no lo hice, etc., etc., etc.

Bien por Caparros a la hora de desafiar al mito, por cuestionarlo y, finalmente, derribarlo.

domingo, 27 de abril de 2008

Buenos Aires ¿Ciudad libre de humo?

La gran mayoría de las ciudades del mundo juegan a exhibir la etiqueta que da título al post que están leyendo, y de hecho, lo hacen con orgullo.
Ya prácticamente, me comentaban viajeros que hacen del avión su segunda, y en ocasiones primera casa, no queda espacio en capitales como Londres, New York o Rio de Janeiro para que el placer adictivo del cigarro pueda desarrollarse con libertad, más allá de lo que para cada uno de nosotros signifique libertad.

En rigor de verdad, según parece, solo quedan espacios como plazas y veredas, con lo inconveniente que podría llegar a ser, por ejemplo, tratar de fumar al aire libre en pleno noviembre en Europa o el norte de América. En fin: cada uno hace de su vida lo que mejor puede y eso también incluye el aniquilarse lentamente por un precio razonable.

Pero hace poco, saliendo apurado porque así se vive por estos días, me topé con otro humo, que no era el de los colectivos a quien nadie controla, que no era el de las fábricas a quien nadie controla, ni tampoco la actitud adolescente de alguien a quien se le antojaba desafiar la norma y fumar donde se lo prohíben. Si, acertaste. La quema de los pastizales, el humo bah, reinaba por la avenida, doblaba por cada esquina, se metía sin permiso en tu casa y en la mía hasta el punto de lo surreal.
Por momentos no me fregaba los ojos por las consecuencias de una actitud tan añeja como irresponsable, sino porque, sencillamente, no lo podía creer. El correr de los días me demostraría que la convivencia no sería sencilla con el fenómeno y no pude evitar pensar.

Entonces, pensé en un guión, pensé en lo irreal de la situación, pensé en lo que se hizo y en lo que no también, pensé en los responsables, pensé en los irresponsables, para finalmente decantar que pensar tanto cuando los que deberían hacerlo para evitar lo sucedido no lo hacen, es solo atentar contra uno mismo. Para colmo, prestigiosos ecologistas sostenían que el fenómeno se debía no solo a la quema, sino a las pésimas condiciones de nuestro medio ambiente (que, enfrentémoslo, no tiene retorno) y generarán nuevas situaciones, con similares características.
¡Socorro! Al momento de postear este comentario Buenos Aires vive (¿o convive?) nuevamente con el humo.


Durante algunos años, siempre y ante situaciones donde lo tangible tiene el aura de lo irreal, mis mayores repetían: “no te preocupes, ya vendrán tiempos mejores” y así seguían esperando y esperando un tiempo bendito con finales felices.

Cansado y aburrido de escuchar el lamento optimista de ellos, una vez repetí la misma frase, pero no pude evitar, un poco en broma pero también en serio, cambiar el final, al menos me parecía honesto conmigo mismo.

Por eso, ante tanta falta de previsión en desastres naturales de este tipo y por los que vendrán, no pude evitar traer mi intervención sobre la frase de mis mayores. Para mi se trata de “no te preocupes, ya vendrán tiempos peores”. Lo que no imaginaba es que tan cerca estarían.

¿El SMS revoluciona el idioma?

Después de muchas idas, marchas y contramarchas, los linguistas sostienen que los SMS son la punta de un iceberg que está revolucionando el idioma.
En el link de abajo se encuentran las razones por las cuales le suben el pulgar (je,je, je) a esta relativa nueva manera de comunicarse, en la que solo se impone vertigo comunicativo.
No me pidan mi opinión. Prefiero charlarlo personalmente.

http://www.clarin.com/diario/2008/04/11/sociedad/s-03408.htm


Publicado originalmente el 16/04